Mamá Gata vivía su confinamiento por el COVID-19 en compañía de sus cien coloridos gatos. Después de dos meses, se acabó la despensa y ya no había ninguna fuente de alimento. Las mascotas estaban cada vez más famélicas, se habían tornado inquietantes. Peleaban furiosamente y rugían como jaguares, todo el día. Una noche, la anciana se sintió afiebrada y endeble. Se acostó sobre el sofá y preguntó a Gatogro: ¿Has cazado algo para cenar, mi niño? El felino de oreja amputada, pelaje oscuro y ojazos de color ámbar le dirigió una mirada gélida. Se erizó y puso hacia atrás la única oreja que tenía. Sacó sus brillantes garras. Se fijó en los brazos descubiertos de su dueña y soltó un maullido profundo y amenazador. Mamá Gata levantó la mano con dificultad para santiguarse al ver que se confirmaban los temores que la embargaban desde hacía tres días. Mientras tanto, la luz trepidante del candelabro dibujaba en la pared cómo las gigantescas sombras de la manada de gatos la rodeaban.
Microrrelato publicado en Brevirus, antología de minificciones (Revista Brevilla, 2020) y en Atrapados en telarañas (Quarks Ediciones Digitales, Perú 2021)
Imagen de portada: Endre Penovác (Serbia, 1956), Gato / Papel tapiz antiguo. Composición por Contexturas.org.