The time traveller

A Danilo Barreiros, mi abuelo.

A los veinte años, en los años veinte, en un tren a París, un muchacho sueña despierto y sonríe. Hace temblar un gran abanico azul en cuyos pliegues trabajados ‒dobleces de perfecta y dorada simetría‒ y en el pergamino de seda brillante que delicadamente lo recorre, respiran ciudades: Saigón, Macao, Singapur; barcos y travesías, infinitas posibilidades de vida y aventura. Mientras el abanico se abre y se cierra en las manos afiladas y blancas del destino, cierro los ojos e imagino una China de dragones y peces rojos, un jardín oriental donde poetas solitarios sueñan reclinados con lindas mujeres altas, desnudas, de ojos rasgados y zapatos de cristal. Se abre y se cierra el gran abanico azul, en él mi historia es la pieza escondida y misteriosa de un juego de ajedrez donde todo comienza de nuevo. El joven que sonríe no sabe que más tarde perderá aquel jardín, pero por ahora sonríe, por ahora no es tarde; sólo yo sé la verdad y él nada sabe de mí.

 

Versión en portugués


Muelle de Johnston, Singapur, c. 1900.

 



Alexandra Barreiros

Imagen de portada: Contexturas.org

 

4 comentarios en «The time traveller»

  1. Contexturas, en un abanico de seda azul de donde una joven extrae la aventura que sugieren la tela y el oriente chino, en un tren en París. Quizás, sea la memoria de un deseo.

    Responder
  2. Caro Hernan Rubin, thank you for your comment. It is perhaps just as you suggest…
    In a passage of Proust’s last volume Time Regained, the narrator asks himself if memory is not the place, the only place, where reality comes into being… And what is memory if not the most mysterious and elusive form of dreaming…

    Responder
  3. El cambio, el movimiento,es lo único presente en nuestra condición humana.
    La vida es simplemente la suma de recuerdos de estás estaciones enmarcadas en espacio-tiempo.
    O «somos el sueño de una sombra»(Kierkegaard).

    Responder

Deja un comentario