Fui negado de un rostro. Los matasanos alegaban que era peligroso que tuviese uno. Naturalmente, herví en ira ante la noticia y maté a mi padre.
Abandoné mi hogar al ser perseguido por la ley, y con el paso de los años, embozado en mi vergüenza, rondé por el mundo, admirando vitrinas de rostros para la venta. Los imaginé en el vacío de mi cara; soñaba con las sonrisas que regalaría al ser amado, el ceño fruncido por la extrañeza o la exclamación de mi lengua ante la maravilla.
Intenté comprar alguno con monedas mendigadas. Al no tener rostro, mis derechos eran inexistentes como mi honradez. Me recomendaron viajar a la Isla de los Sin Rostro, el único bastión de los parias. Ese insulto rememoró cicatrices y lo que sucedió después fue inevitable.
Luego de deshacerme del encargado de la tienda, embolsé los rostros que iba consiguiendo; y no conforme con eso, comencé a arrancarle los suyos a cada transeúnte de la avenida. El saco pesaba, pero logré, nuevamente, huir de la ley.
A mi llegada a la Isla de los Sin Rostro, los repartí. Ahora jugamos entre nosotros, intercambiando nuestras caras como si fuesen baratijas sacadas de la basura.
Imagen de portada: fotografía e imagen intervenida digitalmente por José Rafael Álvarez.
Muy bueno, mucha imaginación. Sigue escribiendo hechos fantásticos y tan irreales que hasta podrían colocarse en imágenes de películas, con gran éxito.
Muy agradecido por la lectura y por el tiempo dedicado! Un fuerte abrazo, María Fernanda.
«Los matasanos decían que era peligroso que tuviera uno» eso me causa mucha intriga.
Relacioné a los sin rostro como las personas desplazadas, migrantes, que frecuentemente carecen de derechos y que por ello, pueden hacer muchas cosas por obtener sus derechos.
Qué bueno cuento. Saludos.
Candorosamente triste y aterrador…
Por un instante fugaz tus líneas me llevaron a los zapatos y a la piel de cualquier excluido o segregado y lo que debe sentir:
mezcla de dolor, tristeza y náusea ; es por ello que su fin último es reunirse con excluídos tambien y jugar a que se tiene lo añorado.
Pero eso añorado , termina siendo basura !
Excelente relato !
En la exclusión, lo más lacerante es que nadie lo vea a uno,.
Rostros inexistentes, o peor, intercambiables,en compra o en venta, robados o…heredados.Rostros.Me gustó!