Son las ocho y mis instintos siguen su aliento como preludio a la cita mañanera. Tras el choque de la taza en el plato, lo demás es puro método y no le pierdo pie ni pisada: chorro de agua, prisa en la sombra, roce de textiles y metales. Sus gestos emiten señales inequívocas. Bostezo, estiro mi humanidad animal y clavo en sus manos la mirada esperando el accesorio que hará la diferencia. Lo que sigue es el quicio de la puerta y, en pos de escaleras y rejas, los olores de afuera. Cuatro ojos a dos alturas con licencia para burlar la cuarentena echamos a andar, nuestros cielo y suelo. Sentidos alerta, avanzamos hacia los encuentros que nos regala la estación del sopor y la aridez, cuando la superficie exhuma los vestigios que la obligamos a sostener. Una mañana más repasamos los pasos habituales y allí están ellos, entre un montón de hojas al borde del camino. El humano que guío emana adrenalina ante el hallazgo fortuito y celebra el retazo de memoria que desafía al sustrato del tiempo: Estudio Fotográfico Gabar, San Bernardo 43, Madrid. Su esperanza había cruzado de orilla a bordo del Irpinia en junio de 1952.
Imagen de portada: Fotografía de Marisa Mena, de la serie Arqueología del encuentro (2020).
El encanto misterioso de las fotos antiguas, revelan sus secretos de a poco, solo la paciencia nos muestra la verdad tras la pose…Hermosas fotografías del develamiento.
Gracias Norma, por tu lectura y tu comentario. Un abrazo