3:33 a.m.

Sábado en la noche. Reunión familiar con el debido distanciamiento social pero también el descubrimiento de lo mucho que nos necesitábamos. Hacia el final del encuentro nos quedamos los más allegados, con las luces bajas, contándonos las experiencias vividas en estos días de soledad. Buenas y malas, algunas inquietantes, sin explicación aparente.

Fue en ese momento cuando todos percibimos una presencia extraña al mismo tiempo que un bajón de luz. Después de algún sobresalto y un grito ahogado, Félix se levantó de golpe y dijo alterado: “claro, son las 3:33 am, la hora de los muertos…”, y comenzó a contar algo que lo había tenido en vela desde hacía días.

“Estas últimas noches siento que me despiertan con un golpe suave en la cabeza, siempre a las 3:32 am… siempre hace frío, siempre huele a flores, pero no me levanto de la cama. Me quedo paralizado y no me atrevo a abrir los ojos hasta que pasan de las 3:34 am y todo vuelve a la normalidad. Hace dos noches tomé la decisión de levantarme, pasara lo que pasara. 3:32 am, golpes en mi cabeza, frío y olor a flores… reuní fuerzas y salí de la habitación. El reloj marcaba las 3:33 am. Para mi sorpresa, y temor, la sala estaba llena de personas, unas brillantes, otras oscuras, casi sombras… De pronto ¡se abalanzaron sobre mí! Y cuando me sentía perdido cayendo en un abismo seguido por todos, me desperté. No supe si fue una pesadilla o tuvo algo de real”.

Esa historia nos desconcertó a todos y cada uno se retiró a su casa.

Domingo en la noche. Por instinto, cuando me acosté, puse el reloj de la mesa de noche en hora. Siempre se adelanta un minuto y ahora quiero saber exactamente la qué hora es, sobre todo de madrugada. Pasaron varios días… Me había obsesionado con la historia de Félix y decidí no dormir para estar pendiente.

Lunes. Cuando el reloj marcó las 3:33 am, Luis se sentó de golpe en la cama, se puso en actitud defensiva y esperó. No escuchó nada, no sintió frío, no olió las flores.

3:34 am, una vez pasada la “hora de los muertos”, se incorporó de la cama y tocó el piso, en ese momento todo ocurrió…

Martes…
Miércoles…
Jueves.

‒Pobre Luis ‒dijo la tía de regreso de la funeraria‒ él que siempre estaba preocupado por tener su viejo reloj retrasado, no tuve tiempo de decirle que por fin lo había mandado a reparar.



Miguel Ángel Moreno Fernández

Portada: Imagen realizada por Contextruras.org
Imágenes de ilustración: Pinturas e intervenciones de fotografías de Olivia Steen @oliviasteenart – «A las 03:33 a.m.», fotografía de Miguel Payè.

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3 comentarios en «3:33 a.m.»

  1. Muy buen relato, sobre todo para estos tiempos de insomnio. También tengo un reloj despertador que ya no despierta, pero que conservo porque su pantalla me permite verlo por la noche, y gracias a las fluctuaciones de luz se adelanta y atrasa.

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