Discreto

He muerto ayer a la mañana.
Mi cara estaba flaca y blanca. Las sábanas arrugadas. Los zapatos bajo la cama.
Frío no, calor tampoco. Ninguna incomodidad, ni molestias.
Consternación familiar. Gritos y silencio. Llanto frenético. Alivio contenido.
El cuerpo pasando, qué digo, soportando, los ritos de costumbre.
Durante la noche ante el féretro vigilia, posta de oraciones. El rosario susurrado por turnos.
Tres y media de la tarde, plena siesta de diciembre, lenta caravana. Fui el único que no transpiraba.
Mi mujer frente a la tumba. El cajón bajo la lápida.
Algunos pañuelos húmedos.
De a dos, de a tres, parientes, amigos, se fueron todos.
Ahora, otra vez la noche. El cementerio vacío.
Nadie viene a buscarme.
¿Dónde ir? Ni siquiera me han dejado los zapatos.



Patricia Nasello

Imagen de portada: fotografía de Zacarías Santorini