Los añorantes, los expatriados, quienes hemos vivido por decenios lejos de la ciudad que nos vio crecer, en ocasiones sufrimos desdoblamientos: el alma se separa de nosotros y regresa a aquel lugar. La mía lo hacía con frecuencia, repasando los rincones del idilio, el perfil de las montañas, los mediodías rebosantes de cigarras. Hasta que tropezó con el hambre y la atravesó una bala perdida. En uno de esos viajes astrales a punto estuvo de ser víctima de un secuestro exprés; luego, de una sesión de tortura.
Supongo que ya no debo mencionar el nombre de la ciudad.
Aunque mi alma, envejecida, no tiene fuerzas para separarse de su cuerpo y va apagándose, la última vez que vino de allá logró traerse de contrabando la luz de ciertos amaneceres. Con ella se protege de la oscuridad.
Del libro inédito Sermón del fin de los tiempos.
Imagen de portada: fotografía de Zacarías Santorini.
Un hermoso relato.
La vida se basa en eso :
tener de contrabando todas las luces posibles, de todos los sitios y amaneceres posibles que nos salven
incluso de nosotros mismos
como siempre.tus lineas demoledoramente hermosas Miguel
Gracias…
La poesía narrada de la nostalgia sobre la innombrable, la Siempre,la Amada.Gracias