Casi siempre es amor

Se quedaba mirándolo largamente. Con suavidad, tomaba su cabeza y se fijaba en la inmensidad de sus ojos. Allí adentro todo estaba oscuro, como un pozo sin fondo. En esas profundidades, podía percibir su pasado y su remota existencia.

Cuando esto pasaba, advertía cuán fuertemente estaba ligado a él. Era como si viviera en un tiempo sin memoria, cuando la tierra era otra; cuando los continentes tenían otra forma. Mirar esos ojos, era dejar de ser ella, para fundirse con el otro.

Percibía el peso exacto de su cabeza en la mano y la consistencia caliente de su cuerpo cercano. Pero antes de entrar en el éxtasis, se fijaba en sus orejas destrozadas y su boca torcida y recordaba con admiración a sus héroes, Armin Meiwes, Peter Bryan, Tsutomu Miyazaki, los que habían definido sus valores y sus gustos en la vida.

Entonces, en ese momento, se daba cuenta de que era la mejor amante de la historia.

 



Rafael Rondón Narváez

Imagen de portada: Ars moriendi (2007), fotografía de Joel Peter Witkin

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