Cuando el mundo cayó en la oscuridad, todas las criaturas la aceptaron mansamente; excepto los pájaros. Para ellos, volar era la esencia de ser ave. Sin embargo, cada vez que lo intentaban la noche los engullía. Condenados a vagar sobre el suelo, gastaban sus vidas contemplando las estrellas.
La oscuridad se percató de ello. Prometió no herirlos nuevamente siempre y cuando emprendieran el vuelo más alto y lejano que jamás hubieran hecho, así los convertiría en estrellas y los dejaría vivir siempre en el aire. Algunos pájaros, sin dudarlo, despegaron en un torbellino de alas y polvo. Hasta que allá arriba, en lo imperceptible, fueron aplastados como moscas.
La noche ofreció transformar a otros pájaros en peces maravillosos (hábiles nadadores de viento). Estos, ignorando lo sucedido a los primeros y cansados de no usar sus alas, accedieron. Todos fueron devorados.
Los pájaros restantes comprendieron al fin la maldad de su enemigo. Unieron voluntades y planificaron su lucha. Tras mucho sufrimiento, aprendieron a cantar. Y en un acto de verdad y justicia dispararon sus voces con todas sus fuerzas vapuleando el oscuro corazón de la noche. Entonces, la luz volvió a nacer.
Ahora, los pájaros cantan y vuelan y vuelan.
Paúl Peláez
El microrelato es un espacio en el que busco maravillar. Mi necesidad como escritor es hacer que el tiempo y la idea queden suspendidos en los ojos del lector.
Imagen de portada: ilustración de Valentina Calatrava