I METALENGUAJES
Cada vez que nos vemos,
la palabra –alevosa–
traiciona el latido , salta enjundiosa el deseo.
Esmerada guardiana, intercambia
–enmascara–
pulsiones de lo profundo,
por diálogos im-pecables
Digo: política va a llover qué cara la vida
y quiero decir te abrazo
Hablas de libros tu casa un sueño
y sé que un beso me ronda
–vuela en el aire–
Judas cuida las buenas costumbres.
II EL VÉRTIGO
Hoy camino mi estupor,
ando y desando una ausencia,
–una obsesión–
Insomne, sigo un rastro
a través del desfiladero de la memoria,
filoso cristal
Al raso aguanto,
estaré aquí hasta que me lleve el viento
Entonces,
me recojo en la pared
–busco otro punto de vista–,
fracturar al menos este dolor,
unir mis costuras silentes.
Me amarro firme a tu sombra,
al borde,
me sostiene la clara red
de tu saliva.
III EL BARRANCO
Debo decir, con cierta aparente crueldad y la tierna imbecilidad de quien busca el consuelo fácil, que me alegra que esta pasión no tenga ninguna posibilidad de ser vivida.
Casi me alegra, vena masoquista activada, que no hayamos dado nombre ni partida de nacimiento a esto que ha ido creciendo entre los dos. Ni qué hablar de un bautizo en aguas culposas de pasión; si sé, en cambio, que hemos comulgado hace rato con este alboroto de sentimientos nacidos en total rebeldía: la imposibilidad fue y sigue siendo su caldo de cultivo; el saber lúcido de que aquí no hay presente por muy imperfecto que sea, ni verbos en futuro para nosotros, es y ha sido el alimento requerido.
No cabe duda, hemos cultivado tanto en tanta aridez, sin lluvias leves de verano que calmen el estío, ni promesa que abone al mañana.
En esta imperfección de condiciones, en esta austeridad de lo no dicho ni hecho, hemos crecido, sobrevivientes a la imposibilidad, inacabados de amor. Barranco asumido.
Fotografías de la serie Mundos mínimos de Marcelo Barros Sandoval
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