Las ciudades suelen identificarse con el nombre de sus ríos:
Támesis, Nilo, Sena, Tíber, Orinoco, Amazonas y Mississipi.
Pero no ocurre lo mismo con el Guaire. Caracas es una ciudad sin río.
Peor: ese hilo negro que despide hedores parece no interesar a nadie.
Danilo Esqueda, “¿A quién le interesa El Guaire?” (1991)
Existe una corriente que, desde la creación literaria musical y visual, desde el quehacer periodístico y patrimonial, pretende devolverle al Guaire el trato respetuoso desaparecido con el pasar del tiempo, o al menos diluir la indiferencia del caraqueño hacia el río de su ciudad. La intención de este ensayo es reconectar, a través de los sentidos y diferentes visiones, con ese elemento geográfico que no llega a ícono pero que, aún ignorado, acompaña siempre nuestra percepción de Caracas.
Se ve
Cronistas e historiadores coinciden en que las aguas del río cercano a la recién fundada ciudad del siglo XVI eran limpias y cristalinas. A finales del siglo XIX, El Cojo Ilustrado publica imágenes del Guaire y del paisaje ribereño acompañadas, como en este caso, con expresiones escritas muy al estilo de la Belle époque:
El poético río que ciñe con cintura de plata la parte sur de Caracas, ofrece
hermosas y variadas perspectivas en la dilatada extensión que recorre.1
[1]
Las idílicas imágenes se mantendrían hasta comienzos del siglo XX. Luego el río devino en algo indeseable y peligroso que nadie se detiene a mirar y que se debe evitar por insalubre.
Al sur de Caracas se desliza el río Guaire. Es apenas una olvidada mancha oscura
que se alarga hacia el este, de su remoto esplendor sólo quedan sus memorias.2
Afortunadamente quedan representaciones visuales del Guaire en tiempos mejores como las fotografías de Federico Lessmann o de Helmut Neumann, entre muchas otras anónimas, y la pintura paisajística como la de Manuel Cabré.
[2]
En 1975 el Muro de Color Aditivo de Carlos Cruz-Diez, sobre la pantalla estructural que soporta la Autopista Francisco Fajardo a lo largo del Guaire, procuró ennoblecer las riberas del río venido a menos. Cuarenta y cinco años después aún se ve, aunque desteñida, lastimada por grafitis y camuflada tras el “monte” que crece, espontáneo y prolijo, en sus orillas.
[3]
Habría que esperar varias décadas para que otra generación de artistas visuales le dedicara al Guaire una mirada amable, o al menos la intención.
Suena
“Guayre”, o “Guaire”, posee resonancias indígenas aún inciertas. Para Arístides Rojas era el Guaviare y para Marco Aurelio Vila el Araiguaire, pero ambos concluyen que el vocablo proviene del nombre de un cacique de las etnias locales que José de Oviedo y Baños menciona entre los que batallaron contra los ocupantes españoles. Numerosos autores mencionan la transparencia de las aguas y el agradable sonido del río.
En 1567, ya lo sabemos, don Diego de Losada funda esta urbe cuatricentenaria. Al fondo
de la primera manzana donde se enclava la recién nacida ciudad, el Ávila tiene un penacho
de niebla. Los ríos murmuran un canto cristalino. El Anauco, el Catuche, el Guaire, El Valle.3
No obstante, cuando las lluvias se exceden, el río crece y el “canto cristalino” al que se refiere Mujica se transforma en rugido:
No era gran cosa el aguacero, sino el rugir de ese monstruo que todo el día iba creciendo más
y más… la más formidable crecida del Guaire se recuerda en 1892, que derribó ranchos y viviendas
y desprendió de cuajo árboles, exponiendo sus raíces y matándolos de una a otra orilla.4
[4]
Otros ecos
El Guaire también suena a escándalo y a promesas incumplidas. En diciembre del 2019 lo vistieron de luces para opacar, de manera temporal y desvergonzada, el nombre que todos le dieron al “año del gran apagón”, cuando las turbinas para bombear el agua del Tuy hacia la ciudad se paralizaron durante más de una semana, llevando a muchos caraqueños, desesperados y sedientos, a apertrecharse en las cercanías del río contaminado.
[5]
Seis meses después, ir a Las Mercedes a ver el Guaire alumbrado de noche en Navidad se transformó en goce popular, suerte de comunión consensuada con el olvido de la reciente calamidad y de aquel compromiso de sanearlo para el disfrute del ciudadano. La plétora de luces que lo arropó parecía apagar las del raciocinio y del espíritu crítico. Una vez más, el curso de agua capitalino había sido el instrumento del poder omnímodo.
Y pensar que gracias al aprovechamiento de las aguas de ese mismo río a través de un sistema de estaciones hidroeléctricas Caracas fue, en 1897, “una de las pocas ciudades del mundo con fluido eléctrico continuo”.5
[6]
Se toca
En el limo pastoso del Guaire se entierran zarcillos desparejados que transitaron por los ductos citadinos, minúsculos eslabones de cadenas arrebatadas, sortijas de compromiso arrojadas desde un puente o desde un automóvil a la velocidad del despecho. Cada vez son más quienes hurgan buscando pequeños trozos de oro y otros metales costosos. Los venden para subsistir. Son los mineros del Guaire. Antes eran indigentes, ahora también son obreros y artesanos venidos a menos. Carecen de herramientas. Con sus manos palean el cieno del río que acumulan en la orilla para escarbarlo. Repiten el gesto cuantas veces puedan durante las horas de sol, antes de que la corriente se torne helada. Todos llevan atada al cuello una cuerda de la que cuelga un pequeño recipiente hermético de plástico, de los de pastillas. Si corren con suerte, allí protegerán lo que el río arrastró y les permitió sacar al precio de cortaduras y enfermedades a las que se creen inmunes.
[7]
Olor
Era tu linfa, antaño, límpida, rumorosa,
Espejos de luceros en las noches oscuras,
Hoy por tu cauce arrastras un agua cenagosa
En donde se atropellan malolientes basuras.6
Es tan común afirmar que el Guaire exhala el hedor de la cloaca, como tan absurdo que sus márgenes hayan estado abarrotadas de comensales en los muy de moda foodtrucks durante aquella Navidad prepandémica de 2019, cuando también proliferaron los “bodegones” henchidos de Nutella en toda la ciudad.
Uno se pregunta si es que la fantasía colectiva de hacer vida social en cualquier espacio citadino, preferiblemente al aire libre, puede llegar a anular uno de los sentidos que más nos cuesta dejar de ejercer puesto que acompaña la vital función de respirar. Entre los efímeros expendios de comida a la intemperie, hubo uno que consistía en una suerte de caja de acrílico sin tapa con dos pisos de altura, desde donde probablemente se tenía una cómoda y privilegiada vista al río y las luces decembrinas. Tentador… pero la perspectiva de combinar el acto gastronómico con la inevitable pestilencia del albañal a cielo abierto, pronto disiparía ese deseo. Queda la especulación de lo que pudiera ser, como propone Amada Granado en la serie fotográfica Guaire (2009), o de lo que fue más de un siglo atrás, como se refleja en la bucólica imagen de dos caballeros que parecen contemplar el río desde una de sus riberas
[8]
Gusto
Aquí por el contrario tenemos muchos temas, pero tal vez el más apasionante y desgarrado,
el más doloroso, sea este río Guaire que nos recorre por dentro y por fuera, como una miel negra.7
Veneno y muerte: no cabe preguntarse a qué sabe el Guaire, gran drenaje de la ciudad, infectado de virus, parásitos y bacterias, productos químicos y biológicos dañinos para la salud. Aún así diversas aves y mamíferos viven y se alimentan del río e incluso recientemente una manada de delfines se desplazó en sus aguas por el fantasioso caudal de las redes sociales.
Garzas, palomas, perros, babas, lapas y hasta una pantera se nutren del surco del agua,
que aunque contaminado por los desechos residuales de toda Caracas, les da vida. […]
También hay zamuros pequeños que bajan a los lados del caudal
donde se acumulan restos de desechos orgánicos.
Además, por el embaulado, es normal ver roedores, lagartijas y algún rabipelao. […]
La gente comenzó a hablar de una leyenda de unos animales que se habían comido 14 perros,
hasta que dieron con una baba mediana tomando el sol en medio del río […].
A la fecha, los residentes de la comunidad de El Manguito dicen que la familia de babas creció.
Ahora la gente teme que los niños se acerquen al río.8
Hay quien se atreve a crear diez cocteles con nombres e ingredientes alusivos al río sucio de la ciudad que sólo el sentido del humor permite sorber.
Café, Coca-Cola, cerveza negra, jugo de tamarindo y papelón ‒evocadores del oscuro caudal‒ se mezclan con ron, vodka, cocuy, Amaretto o anís, se enturbian, se opacan y se endulzan con el blanco espeso del ponche crema, de la leche condensada o el yogurt natural, o incluso se tiñen de la sangre del vino tinto.
Servidos al ras de un vaso corto para emular las peligrosas crecidas, o en vaso largo para recordar su cauce cuando es manso aunque siempre peligroso, Onésimo Niño Araque invita a una degustación etílica humorística.
Sol y sombra en el Guaire, Ruso en río revuelto, Sangre en el río, Orominería, Marroncito en olas, son algunos de los 10 cocteles para el Guaire formulados especialmente para esta edición y buscar aliviar las heridas, aunque solo dure el tiempo de un trago, la ilusión de un baño o de un paseo por el caudal citadino deseando: Quién pudiera como el río, ser fugitivo y eterno.9
[9]
Notas
1 “Al Sur de la Ciudad”, El Cojo Ilustrado, 15 de marzo de 1897.
2 Graciela Schael Martínez “En el Guaire se bañaban grupos nudistas” (1983), citado por Gerardo Rojas Benavides en Diversas miradas sobre el papel del río Guaire en la historia de Caracas (pág. 302).
3 Héctor Mujica, Primera imagen de Caracas y primera imagen de Venezuela, Ediciones del Cuatricentenario de Caracas (1967), citado por Gerardo Rojas Benavides, op. cit. (pág. 59).
4 El Nacional, 1946.
5 Federico Vegas, “El río que pasa por Caracas”, artículo publicado en Prodavinci (10/04/2019) https://prodavinci.com/el-rio-que-pasa-por-caracas/
6 Francisco Pimentel (Job Pim) 1889 – 1942, “Pequeña elegía al Guaire” (fragmento).
7 Ludovico Silva, Introducción a la obra Guaire 1980 – 1982 (1982).
8 Mabel Sarmiento Garmendia en “La fauna sobrevive a los sinsabores del Guaire”, publicado en Últimas Noticias, 24 de julio de 2010, citado por Gerardo Rojas Benavides, op. cit. (pág. 324).
9 Dulce María Loynaz (1902 – 1997).
Imágenes
Portada: Plano de Caracas Monumental (fragmento), por Ramón José B. (1934).
1 1A Fotografía de autor anónimo, “Río Guaire – Vista tomada por el Sur de la Ciudad”, publicada en El Cojo Ilustrado, 15 de marzo de 1897 – 1B Fotografía de A. Müller, circa 1930.
2 Manuel Cabré (1890 – 1984), Vista del Guaire (1915), sucesión Cristóbal L. Mendoza.
3 3A Carlos Cruz-Diez (1923 – 2019), Muro de Color Aditivo (1970 – 1979) en 1975, margen izquierdo del río Guaire, Caracas, Venezuela obra realizada junto con el arquitecto Nelson Douaihi http://www.cruz-diez.com/es/work/couleur-additive/1970-1979/muro-de-color-aditivo/#:~:text=Couleur%20Additive%3A%201970,Arq.%C2%A0Nelson%20Douaihi
3B Zacarías Santorini, Muro de Color Aditivo (1970 – 1979) en la actualidad, margen izquierdo del río Guaire, Caracas, a la altura de Bello Monte.
4 Video de la crecida del Guaire el 28/07/2021.
5 A y B Stephanie Vita Marcelot, Caraqueños en el Guaire durante los apagones de marzo del 2019 Ig @vitamarcelot
6 6A Luces navideñas sobre el Guaire, fotografía publicada en El Pitazo (2019).
7 Azalia Licón, Registro fotográfico del Río Guaire (agosto 2021).
8 8A Fotografía de autor anónimo, publicada en El Nuevo diario, 3 de agosto de 1914. 8B Amada Granado, de la serie Guaire (2009).
9 Animación de Michael Zerpa Ig @gatobotz
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