Estamos acostumbrados a vivir y a ver la muerte con temor, como si con ello pudiésemos evitar que nos tome en sus brazos y nos lleve a otro destino que, presumimos, está apartado de todo bienestar en un ambiente sombrío y aterrador.
Mucho se ha escrito sobre su arribo, sobre la forma como nos corteja y seduce para que la acompañemos, quién sabe a dónde realmente. En algún momento su rapto será inevitable, nos llevará, querámoslo o no.
Es posible que el miedo se deba a que, en la mayoría de los casos, cuando ella viene a buscarnos debemos abandonar todo y padecer, aunque siempre se sufre cuando se deja algo que se quiere.
¿Para qué resistirnos entonces y aferrarnos a lo que llegó a su fin?
Recibámosla, como quien recibe a la mujer amada. Seguramente, como toda mujer deseada y querida, dará lo mejor de sí… así tengamos que sufrir.
Es nuestra alternativa para estar serenos ante lo único inexorable en nuestra existencia.
Fotografía: Zacarías Santorini
Compartir