Jugando a la ruleta rusa

«Puede que no esté muy claro si el trabajo debería clasificarse entre las causas de felicidad o entre las causas de desdicha»
Bertrand Russell

A diferencia de Travis Bickle, el personaje de Robert De Niro en Taxi Driver, Francisco no sufre ningún trastorno de sueño que facilite sus labores nocturnas por las calles de Caracas, por el contrario, uno de sus temores fundamentales es quedarse dormido mientras maneja hasta altas horas de la madrugada. Aún después de siete años, su cuerpo no está acostumbrado a mantenerse lúcido ante el sonido del silencio y estar alerta en el inmenso ruido de las calles vacías.

Ser taxista no es una profesión “sexy” como suele creerse gracias a la cultura pop, al menos no en Caracas. Llevar en tu carro a desconocidos puede tener consecuencias fatales, por eso cuando sale con su Toyota Corolla, el frío de la brisa nocturna lo acompaña tanto como el vértigo de no saber quién puede estar deambulando cerca con intenciones desconocidas.

 

Camaleón chileno en Caracas

Francisco tiene el cabello largo, ojos verdes, piel blanca. Una entonación curiosa de su acento revela su condición de extranjero. Aunque en los últimos años Venezuela es la tierra de la que todos huyen, en otra época recibió a un gran número de emprendedores y aventureros con muchas ganas de mejorar su nivel de vida. Francisco es uno de ellos.

Él ha tenido muchas profesiones: fue barman y mesonero durante seis años en un restaurante de Altamira, trabajó en una distribuidora de licores. Ha sido tapicero de vehículos, despachador de su propio servicio de delivery, estudió cine y televisión en “ESCINETV, Escuela de Cine y Televisión” y realizó, en una breve estancia en Chile, cursos de fotografía y cámara. Es editor y fotógrafo, repara computadoras y hace su propio champú. Eso sin contar que montó una página web hace algunos años junto a su hermano, una versión criolla de Google que resultó un rotundo fracaso por falta de presupuesto.

Como el camaleón, que tiene la capacidad de mimetizarse en su medio ambiente para procurar su subsistencia, Francisco ha logrado sobrevivir transformándose. Al fin y al cabo, lo que le importa es llevar el pan a la casa, pagar las cuentas y tener efectivo suficiente para vivir la vida la la la como canta Marc Anthony.

 

El taxi: un oficio rentable

Francisco maneja desde los 11 años, aprendió en su país natal, conoce cada rincón de Caracas desde que comenzó a trabajar vendiendo guías telefónicas cuando acababa de cumplir la mayoría de edad.

Comenzó a ganarse la vida como taxista a manera de ingreso extra, para ese entonces tenía un empleo de tiempo completo en una productora editando videos y realizando fotografías: “cuando empecé a trabajar con el carro andaba en otra cosa, no estaba buscando hacer carreras ni ser taxista, un buen día agarré un pedazo de cartón y le puse ‘taxi’. Después de una semana me di cuenta que tenía que hacerlo más en serio”, recuerda.

Por aquel tiempo, comenzaron las dificultades económicas, el trabajo en la productora ya no le brindaba un capital suficiente para satisfacer sus necesidades. Para él, que siempre destacó por su ambición, había llegado el momento de hacer algo más.

El taxi le permite generar el dinero que necesita. Actualmente, su nivel de ingresos está muy por encima de lo que cualquier ciudadano puede recibir por un trabajo convencional, sin las molestias de un empleo promedio, sin horarios, órdenes, ni jefes: “trabajar por un salario en estos momentos es ridículo. Te pagan muy poco, incluso a los profesionales”, comenta enfáticamente.

Francisco considera que en los últimos años el taxi ha sido su profesión más redituable, aunque el riesgo es innegable: “me han atracado siete veces, me han robado el carro, me han puesto pistolas en la cabeza, cuchillos en el cuello, de todo”, relata sin inmutarse como si refiriera una retahíla de circunstancias comunes y corrientes.

Su rutina de trabajo diaria arranca en promedio a las siete u ocho de la noche, nunca antes porque detesta la congestión vehicular: “la ciudad es un infierno de día, no se puede manejar, por eso decidí trabajar en la noche y de madrugada”, refiere.

En la actualidad trabaja con clientes fijos, personas que ha conocido a lo largo de los años. Sin embargo, siempre se corren riesgos. Antes se jugaba la vida montando a todo tipo de personajes, perfectos desconocidos que muchas veces se torcieron en el camino. Ahora toma precauciones extremas, por ejemplo no visita ciertos lugares y tampoco maneja al interior del país, además procura que las rutas sean cortas.

Confiesa tener mucha precaución y miedo en partes iguales, pero admite que si no fuera por el peligro, su profesión sería incluso divertida: “conversas mucho con la gente. En el trabajo de barman y en este eres como un psicólogo. Hablas mucho, la gente te cuenta sus cosas. No sé porque agarran tanta confianza con los taxistas y los barman”, puntualiza sonriente.

 

En busca de cambios

Francisco no tiene sueños de cantar como su colega Louis, el personaje de aquella canción de los noventa, él solo quiere que cada día transcurra tranquilamente para tener la oportunidad de ganar su dinero.

Se ha salvado de algunas circunstancias provocadas por la mala suerte y otras producto de su imprudencia. Como aquel domingo en que transportó a dos muchachas de apariencia inofensiva a los Flores de Catia, para luego ser sorprendido por unos delincuentes que lo hicieron dirigirse al 23 de Enero: “me robaron el carro y estuve caminando una hora tratando de salir de allí, escondiéndome de los malandros. Fue espantoso, desde ese día más nunca volví a ir. Uno con la experiencia va agarrándole miedo a muchas cosas”, comenta con aprensión.

Sin embargo, cambiar su forma de ganarse la vida le parece utópico, al menos por ahora.

En el futuro cercano desea volver a su país, fantasea con la posibilidad de hacer champú o concentrados de jugos para venderlos en Chile: “aquí en Venezuela, la crisis económica es terrible. Llega un momento que no puedes aumentar las carreras al mismo ritmo de la inflación porque nadie te las va a querer pagar. Hay prioridades para la gente, como la comida, y otras cosas”, subraya.

Con serenidad admite confiar en el futuro, por eso hoy volverá a salir, sorteará los peligros de la noche caraqueña, se encomendará a algún santo e intentará una vez más volver a su casa antes de la primera luz del amanecer.



Luisa Ugueto Liendo

Fotografía de portada: Gabriel Ignoto
Fotografías: Gabriel Ignoto, Georgia Svieykowsky y Michael Zerpa 

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2 comentarios en «Jugando a la ruleta rusa»

  1. Si viene a Chile como chileno que es tendra las puertas abiertas y Venezuela en el Corazon como han hacho muchos que les toco regresar a su patria donde ahora nosostros somos los extrangeros

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