La novia del pianista

Esta es la historia de amor del músico de jazz Bill Evans y la joven Laurie Verchomin, quién decidió acompañarlo en sus últimos meses de vida.

Evans es una de las mayores influencias del jazz. Como pianista, su estilo y enfoque musical han dejado huella en varias generaciones de músicos. Su mayor aporte fue al formato de trio jazzístico, sin embargo, participó en varios proyectos importantes en la historia del género: el famosísimo Kind of blues (1959) de Miles Davis, Jazz workshop (1956) de George Russel, a decir de la crítica uno de los discos más complejos de su época, y The Blues and Abstract Truth (1961) del talentoso arreglista Oliver Nelson.

Bill consagró su vida a la música, no sucumbió a las modas ni permitió que la presión comercial permeara su arte. Fue un hombre culto, de carácter apacible y sereno, por lo cual es difícil imaginar que también dentro de sí escondiera un virulento espíritu autodestructivo que lo llevó ‒durante casi toda su vida‒ al abuso del consumo de drogas.

En abril de 1979, cuando conoció a Laurie, su salud era precaria. Sufría del hígado y empeoraba día a día por el uso de cocaína. Como le ocurre a muchos adictos, se enganchó a las drogas sin darse cuenta. Primero las probó por curiosidad y luego ya no podía parar, aún más luego de sufrir a través de los años varios sucesos desafortunados que lo marcaron profundamente.

En julio de 1961. después de las legendarias actuaciones registradas en el álbum Sunday at the village Vanguard, su contrabajista Scott Lafaro perdió la vida en un accidente automovilístico. Lafaro y Evans tenían una estrecha relación de amistad e ideas musicales. Su desaparición física, truncó sus objetivos artísticos en pleno auge creativo. El biógrafo de Evans, Peter Pettinger afirmó que la muerte de Lafaro “fue la muerte de una parte de Evans”. Por meses dejó de tocar y se sumió en una profunda depresión.

Doce años más tarde, en 1973 otra tragedia sacudiría su mundo y nuevamente lo pondría al borde del colapso. Esta vez su mujer, Ellaine Schultz, se suicidó generándole un terrible sentimiento de culpa. Antes de la desgracia había dejado de consumir heroína gracias a su ingreso en el programa de terapia con metadona de la Universidad Rockefeller. En poco tiempo su estado de salud mejoró considerablemente y comenzó a acariciar la idea de tener un hijo. Lamentablemente Ellaine no podía concebir.

Durante una estancia en el club Concerts by sea en California, conoció a una joven llamada Nenette Zazzara por quien se sintió atraído. De inmediato iniciaron una relación sentimental con miras a contraer matrimonio. Cuando regresó a la casa que compartía con Ellaine en New York le contó lo ocurrido y ella pareció entender la situación, pero apenas Evans volvió a salir de gira se lanzó a los rieles del metro.

Evans se convirtió en un hombre roto, nunca logró reponerse de estos reveses, sin embargo, lo peor vendría cuando su querido hermano Harry Evans, también músico, se disparó en la cabeza. Entonces ya no había nada qué hacer y no hubo forma de detener su deseo de matarse lenta y dolorosamente mientras que de manera contradictoria su arte se encumbraba hacia una etapa de increíble belleza y creatividad.

En este punto de la historia Laurie ya había entrado en su vida. Ella acababa de cumplir 22 años y el tenía 50. Se conocieron durante una gira del trío en Edmonton, Alberta. Fue amor a primera vista y aunque Laurie tenía novio no le importó aceptar el cortejo del pianista. Bill también tenía un compromiso, estaba casado con Nenette y tenían un hijo, pero sus problemas con las drogas hacían imposible la convivencia. Por ello se mudó solo a un apartamento en Fort Lee desde donde le escribió varias cartas a Laurie pidiéndole que viniera a visitarlo.

Tras la muerte de Harry ella accedió y comenzó el romance. Bill encontró en la joven la energía que necesitaba para mantenerse con vida en su viaje final. “Hicimos una conexión sexual de inmediato, fue realmente hermoso”, confesó Laurie al crítico de jazz Marc Myers en agosto de 2009. “Pero su estado físico era desastroso. Después de todos esos años de abuso de heroína, apenas le quedaba un cuerpo. Bill era un consumidor de cocaína intravenosa, esto creó un nivel crónico de infección que se sumaba al estrés general de su salud”.

Al comienzo Laurie imaginó un futuro junto a Evans, pero pronto se dio cuenta que no podía ayudarlo a mejorar su salud y que quizás moriría en cualquier momento. “Cuando conoces a alguien que tiene cáncer terminal y está muriendo, tus energías no se gastan tratando de salvarlo. Pasas tu tiempo haciendo lo que puedes para ayudar a consolar a esa persona. Dada nuestra diferencia de edad, no estaba tratando de influir o controlar su vida. Sabía que lo único que podía hacer por él era estar allí emocionalmente, observar y ayudar si algo estaba fuera de su control. Estaba allí para cubrirlo. Estaba claro que no iba a dejar la droga, y yo no podía luchar contra esa fuerza. No sé por qué alguien como Bill era tan persistentemente autodestructivo. Es un enigma, para mí sigue siendo un misterio. Me dijo que nunca podría hacer nada a mitad de camino, todo tenía que ser al extremo”.

A mediados de 1979 Evans escribió para Laurie un tema que llevaba el nombre de la joven. Fue el mayor tributo a su dedicación. La pieza transmite un sentimiento de ascensión y liberación.

“Mi vida se convirtió en esa canción ascendente después de su muerte. Todo evolucionó a partir de esa experiencia. Bill fue profundamente respetuoso, me trató como a su igual. Nunca había conocido a un hombre que me tratara de esa manera. Era amable y generoso, me prestó atención, no había pretensiones, podía ser yo misma. El me dijo: ‘tienes que trabajar muy duro y hacer algo de tu vida’”.

El momento final del viaje del pianista llegó el 15 de septiembre de 1980. Había estado tocando hasta tres días antes, sus fuerzas ya no le permitieron continuar, apenas podía levantarse de la cama. Su baterista Joe LaBarbera y Laurie lo llevaron a una clínica de emergencia donde murió al poco tiempo de llegar.

“Recuerdo las nubes en el cielo ese día, el color rojo brillante de su sangre, todo el día fue como una pintura de Miguel Ángel. Sentí que finalmente había sido liberado y que su sufrimiento había terminado. Finalmente había llegado al lugar que estaba tratando de alcanzar por tanto tiempo”.



Luis Armando Ugueto Liendo

Imagen de portada: Collage digital realizado con retrato de Bill Evans.
Imágenes de ilustración: Imágenes documentales seleccionadas por el autor.

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