“Yo no sé, ni quiero
de las razones
que dan derecho a matar
pero deben serlo
porque el que muere
no vive más, no vive más”
José María Cano, Otro muerto.
Esa mañana, tal vez Daniella se vistió frente al espejo con una sonrisa. Posiblemente mientras se cepillaba los dientes tuvo algunas ideas sobre el modo en que debía interpretar sus escenas ese día. Quizás planificó mentalmente su celebración de año nuevo. A los 22 años y siendo la figura principal de otra telenovela de éxito (una más en su ascendente carrera de actriz) su futuro olía a rosas, a nuevo, a vida fácil.
Tenía poco tiempo trabajando como intérprete, pero ya comenzaba a despuntar. Amante del arte, su primer amor fue el baile donde también demostró gran destreza. Su belleza, disciplina y constancia fueron determinantes para la consumación de su éxito prematuro.
En 1990 se había casado con el también actor Raúl Gazolla. Se conocieron en una filmación. La suya fue una historia de juventud felizmente consumada. Eran un matrimonio feliz. Nada podía ir mal. El amor, el trabajo y la buena suerte estaban escritos en su destino. Al menos eso es lo que ella y todos quienes la conocían creían, incluyendo a los 35 millones de personas que disfrutaban de su trabajo en cada capítulo de la telenovela De cuerpo y alma.
Tantas cosas pudieron pasar por su cabeza ese día, tantos pensamientos nos visitan a diario, tenemos la costumbre de pasar el tiempo soñando despiertos, planificando, como si verdaderamente todos tuviéramos la vida por delante. Se supone que debe ser así, nadie piensa en la tragedia como algo próximo, nadie cree que tocará a su puerta. A todos se nos olvida a diario que somos mortales, que nuestro día final podría ser hoy.
Daniella tal vez salió de su casa esa mañana, recordando a su madre Gloria Pérez (autora de éxitos televisivos como El clon y otras historias de fama mundial), quien para el momento era la guionista de la telenovela que protagonizaba junto a Guilherme de Pádua en horario estelar de la cadena de televisión de Brasil Rede Globo.
El lunes 28 de diciembre de 1992, en Río de Janeiro, ella debía grabar las últimas escenas del año entre las que se encontraban las que compartía con su contrafigura, el actor de 23 años Guilherme de Padua. Esa mañana Daniella pudo imaginar muchas probabilidades para ese día, pero muy seguramente jamás pensó que moriría en manos de quién alentaba fantasías románticas en la audiencia. Ese muchacho bien parecido que en la ficción había vivido una historia de amor con ella no era un asesino, al menos no lo parecía. Ni en la más oscura de sus fantasías esa posibilidad estaría presente. Es imposible prever el futuro.
La hora menguada
Algunos medios afirman que Guilherme de Padua deseaba convencer a Daniella de hablar con su mamá, guionista de la ficción De cuerpo y alma, para que extendiera la vida de su personaje. Al parecer el muchacho era ambicioso y quería salir adelante a como diera lugar. Creyó que Daniella en su rol de hija de la autora de aquella historia, que generaba altos puntos de rating, tendría influencia y podría serle útil. Según la prensa ella se negó a prestarle ayuda y eso generó su ira. Otros dicen que el motivo del crimen fueron los celos de la esposa del actor, Paula Thomaz, quién no soportaba verlo cerca de Daniella.
Por su parte De Padua, al confesar su crimen, contó que mantuvo un romance con su compañera de reparto y novia de ficción. Dijo que sufría por el acoso que ella ejercía sobre él. Esto fue desestimado por el entorno cercano de Daniella y también por el juez que llevaría el caso. Durante el juicio y luego de verse expuestos, tanto De Padua como su esposa refirieron las excusas más absurdas para justificar lo injustificable: el crimen que materializaron aquel 28 de diciembre.
Ese día, Daniella grabó sus escenas como era costumbre. Al terminar, cerca de las nueve de la noche, ella y Guilherme saludaron a unos fans que los esperaban afuera del canal. Se tomaron fotos. Luego cada uno se marcharía por sus propios medios. Al rato, Guilherme la interceptaría en compañía de su esposa, cómplice y participe del asesinato. La escena final que ambos narran es confusa, no obstante, el resultado es claro: 18 puñaladas que acabarían con la existencia de Daniella y todo lo que hubiese podido llegar a ser.
Guilherme de Padua fue sentenciado a 19 años de cárcel, y su para entonces esposa a 18. Ambos sólo cumplirían 7 años de prisión. Actualmente el ex actor se gana la vida rezando, es pastor en una iglesia evangélica. Volvió a casarse y sonríe en las entrevistas y en las fotografías que de vez en cuando le hace la prensa. Parece un hombre feliz.
Daniella Pérez también parece contenta, pero sola en los retratos que año tras año siguen publicando sus fans y seres queridos como un recordatorio de su existencia. Ella hace tiempo que no sonríe, se quedó presa en aquel tiempo. Aunque espero que donde esté ya no recuerde esa fatídica última escena que contra su voluntad tuvo que protagonizar.
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Cuando la realidad supera a la ficción…
Así es ✨✨✨✨