Despierto y en acto reflejo busco mis ojos portátiles; sus vidrios oblongos son la ventana a la apreciación normalizada del entorno. No están, conato de inestabilidad cotidiana. El principio de las proporciones lo derogó la desproporción; la materia es una entelequia confusa; la perspectiva perdió su silueta y un plano de democracia selectiva hace tabla rasa en el orden de las estanterías. Las formas son distorsiones sin borde y los bordes desdibujan manchas de color. Los verdes del ventanal son pastosos y etéreos cuando está nublado, reflectantes contra el sol, turbios tras la lluvia, mientras la nitidez abarca diez centímetros de distancia. Mi cerebro acusa la falta y cambia de registro. Un procedimiento de recontextualización multisensorial con años de entrenamiento ha fijado un modelo de percepción que atrapa de lo háptico la información necesaria. Todo ocurre instantáneamente: distingo el champú del acondicionador, el pájaro de la mosca, la manilla de la ventana de la pala excavadora.
Tengo miopía magna.
Adapto los lentes de contacto y se hace la luz. Se hacen la textura, los contornos, la escala y la definición. Doy fondo y forma al espacio que me habita: veo (siento) el mundo.
Marisa Mena
La pasión por la palabra es quien guía mis pasos hacia la lectura, la escritura y la edición. Reina de todos los palos y dueña de todos los poderes, pensarla, manejarla, esquivarla y condensarla hasta extraer de ella una expresión micro ha supuesto el duelo entre la lucidez y la eficacia.
Imagen creada por Marisa Mena
Hola Marisa! Que manera tan sutil de llevarme contigo, acompañándote en las sensaciones que sientes por culpa de esa condición que llamas miopía magna.
Hola Tomás, gracias por leerme y comentar tu lectura. Me alegra haberte trasladado con mis sensaciones. Abrazos