Mirada de miope. Lo háptico tras lo óptico

Despierto y en acto reflejo busco mis ojos portátiles; sus vidrios oblongos son la ventana a la apreciación normalizada del entorno. No están, conato de inestabilidad cotidiana. El principio de las proporciones lo derogó la desproporción; la materia es una entelequia confusa; la perspectiva perdió su silueta y un plano de democracia selectiva hace tabla rasa en el orden de las estanterías. Las formas son distorsiones sin borde y los bordes desdibujan manchas de color. Los verdes del ventanal son pastosos y etéreos cuando está nublado, reflectantes contra el sol, turbios tras la lluvia, mientras la nitidez abarca diez centímetros de distancia. Mi cerebro acusa la falta y cambia de registro. Un procedimiento de recontextualización multisensorial con años de entrenamiento ha fijado un modelo de percepción que atrapa de lo háptico la información necesaria. Todo ocurre instantáneamente: distingo el champú del acondicionador, el pájaro de la mosca, la manilla de la ventana de la pala excavadora.

Tengo miopía magna.

Adapto los lentes de contacto y se hace la luz. Se hacen la textura, los contornos, la escala y la definición. Doy fondo y forma al espacio que me habita: veo (siento) el mundo.


Marisa Mena
La pasión por la palabra es quien guía mis pasos hacia la lectura, la escritura y la edición. Reina de todos los palos y dueña de todos los poderes, pensarla, manejarla, esquivarla y condensarla hasta extraer de ella una expresión micro ha supuesto el duelo entre la lucidez y la eficacia. 

Imagen creada por Marisa Mena