Se busca un cadáver

Martes 13 de marzo de 2018

Al ritmo de Mamá que será lo que quiere el negro de Wilfrido Vargas,  la profesora Maritza pone a sudar a un total de quince jubilados, hombres y mujeres, que con cierta dificultad ‒no todos‒ se dejan seducir por el merengue dominicano y sus movimientos de cadera durante una hora de bailoterapia, suficiente para alegrarle la vida a los ancianos.

La plazoleta donde se imparten las clases, ubicada a 200 metros de la oficina principal de Tránsito Terrestre y de un módulo policial, posee un jardín cuidado con esmero de donde emergen rosas, margaritas, crotos y rikirikis protegidos por un poderoso samán.

Esa tarde de marzo de 2018, Amandita de ocho años inspecciona el jardín. Paleta y cubeta en mano, al mejor estilo de Dora la exploradora, busca cualquier espécimen al que estudiar. Mientras se contonea para los abuelos, Maritza no pierde de vista a su nieta a la que llama con repetidos silbidos.

Amandita interrumpe la fase de relajación de la clase:

—¡Mira abuela, encontré las manos del monstruo!

Maritza echa un vistazo dentro del tobo:

—¡Dios mío! ¡Amanda Josefina!… ¿De dónde sacaste eso?
—Del jardín abuelita, donde están las flores rojas… y son dos, allá está la otra…

 

Miércoles 14 de marzo de 2018. Oficina del Inspector Sixto Andrade

 El inspector Andrade y el detective Marcos Arrieta examinan fotografías del macabro hallazgo realizado por la niña Amanda.

—¡Inspector estas parecen manos de hombre! Lo curioso es que las denuncias de desaparición de los últimos quince días son sólo de mujeres —asegura el detective Arrrieta.
—¡Ay papáaaaa! —responde el inspector Andrade tocándose la barba sin apartar la vista de una serie de fotografías alineadas en su escritorio.—¡Mijo, tú como que no le viste la pintura verde en los uñones! Mándale esa vaina ya a Raquel Montilla y que me tenga los resultados para ayer… Ella es buena revisando huellas.

 

Horas más tarde…

—Jefe, qué cosa más loca, la Dra. Montilla sólo pudo chequear una de las manos, la otra la mandó a la morgue. Dice que la piel estaba muy deteriorada y que las huellas parecían borradas, pero que definitivamente es un hombre: 1.65  de estatura, con estrabismo en los ojos y nariz pequeña.
—Qué broma Arrieta, estas manos me tienen verde ya, ¡carajo! ―exclama el inspector Andrade.

 

Jueves 15 de marzo

—Inspector, consiguieron un torso sin cabeza en la quebrada de Maripa, parece que es femenino. Me voy para allá…
—Ahora habrá que buscar las piernas, los brazos y la cabeza… qué vaina con las mutilaciones Arrieta.

 

 Quince días antes. Pasillo de las oficinas de Tránsito Terrestre

 Verónica escurre la mopa con amargura:

—No Asdrúbal esa vieja me tiene el ojo puesto, nadie la quiere. La semana pasada le descontó dos días a Nélida. La negra tenía el chamo enfermo… También botó a Yajaira sin razón. No chamo, esa tipa es de lo último, y está apoyada por la otra vieja, la Millán… Provoca meterle un pepazo pá que sea seria y se organice.
—No vale mi amor —responde Asdrúbal compasivo— a ella hay que tenerle paciencia. Es medio fastidiosa, pero no es mala gente, y me ha ayudado tanto…
—Claro Asdrúbal, tú siempre le llevas flores al escritorio y le jalas bolas. Tú como que le gustas y lo sabes… ¡Ay negro, mosca!
—Tranquila bebé, no pasa nada. Me voy a amolar las tijeras y los machetes para retocar los jardines de la plaza.

 

 Doce días antes. Oficina de la Lic. Plácida de García. Tránsito Terrestre

—Cónchale Sra. Plácida, usté sabe que llevo tiempo trabajando en la institución ¿verdad? Mire cómo tengo los jardines de la placita los viejitos y su oficina se la tengo bien floreadita.
—Me encanta que me digas “señora”… pero andas de picaflor con la carajita esa. La otra semana faltaste dos días y ella también. Lo tengo todo anotado. Recuerda que conozco muy bien tu vida y que no me gustan los dobles juegos. Además, ¿cómo voy a justificarle tus faltas a la Millán? No me busques problemas mi negro, así que ponte las pilas y anda derechito.
—No se ponga brava conmigo, yo a usted la quiero mucho. Podemos ir a bailar y tomarnos unos roncitos en el barcito ese que a usted tanto le gusta, ande…
—Puede ser —responde Plácida de García, con un brillo de deseo en la mirada extraviada.

 

Viernes 23 de marzo. Oficina del Inspector Sixto Andrade

—Bienvenido Inspector, qué bueno verlo recuperado.
—Gracias Marquitos. Esas manos sí que dieron trabajo. Se me disparó la gastritis, pero ya estamos listos ¿verdad? Al fin aparecieron las demás partes del cuerpo y todo coincide. Cuando pienso en la niñita que desenterró el par de manos…
—Cónchale sí, jefe, la carajita de 8 años y la vieja de la quebrada de Maripa que halló el torso…
—Y entonces, ¿en qué fue a parar todo esto?
—Bueno Inspector, la desaparecida de Tránsito Terrestre resultó ser la dueña de las manos. Plácida de García, 55 años, de nacionalidad argentina, posteriormente nacionalizada por Chávez, casada con Manuel Andrés García de 60 años, venezolano y dueño de una vende-paga. El SAIME nos ayudó mucho. La doña se desempeñaba como Jefa de Recursos Humanos. Era odiada por todos, una joyita pues.
—Ah ok, pero las manos no eran de un tipo ¿o qué? —pregunta Sixto Andrade tocándose la barba.
—A eso voy Inspector, a eso voy. Con la descripción del retrato que creamos en dactiloscopia, el examen fisicoquímico de los pulpejos dactilares y la asesoría del antropólogo, logramos armar todas las piezas del rompecabezas, incluyendo el color verde en las uñas de las manos. Todo esto reveló que, efectivamente, se trataba de un hombre, el cual se sometió una reasignación de sexo en el 2004. Antes de ser Plácida de García, la víctima era Marco Antonio Gámez. Esta información nos la confirmó el SAIME, entre millones de cédulas de identidad. Luego el esposo tuvo que admitirlo. La occisa (o el occiso) —dice Marcos Arrieta con sarcasmo— murió a manos del jardinero, que también conocía su verdadera identidad.
—¿El moreno papeado?
—Sí jefe, la mujer, bueno el hombre, le montaba los cuernos al marido con el negro. La doña era jodedora con el personal. Como no quería que Asdrúbal se enredara con las de mantenimiento, botó a más de una. A él lo amenazó con despedirlo también si seguía con la guachafita con la tal Verónica, la india de cabello por la cintura, mucho más joven que la vieja, a la que ‒dicho sea de paso‒ me encantó interrogar. El negro ese tenía tremendo prontuario y la occisa lo sabía todo, hasta los trabajos con los santeros ya que es babalao. Robaba muertos en el Cementerio General del Sur, pero eso sí, era “tremendo jardinero”, como declararon unánimemente todas las trabajadoras en llanto.
—¿Pero confesó todo?
—Sí jefe, todo está en este carpetón, aquí se lo dejo. Con su permiso me tengo que ir al Cicpc. Parece que le salió un imitador al psiquiatra Edmundo Chirinos.
—Qué pasó Marquitos, tú no vas a ninguna parte, échate ahí y me terminas de echar bien el cuento…
—Bueno, el tal Asdrúbal dijo que se llevó a la doña al bar a donde solían ir a beber y bailar. Previamente había amolado la tijera y los machetes con los que trabajaba. En su morral cargaba bolsas negras y tirros.
—Entonces la cosa fue toda  premeditada.
—Sí jefe, el homicida dijo que se había metido unos pases de coca para agarrar fuerza. Bebieron unos roncitos para entonarse y luego alquilaron a una pieza del hotelucho arriba del bar…

Tanto Marcos Arrieta como el inspector Andrade disfrutaban conocer y narrar los detalles de cada caso, por más escabrosos que fueran. Así, el joven detective, anticipando un posible ascenso, continuó el relato con fruición. El jardinero mutilador había traído una botella de aguardiente porque quería despedirse a lo grande. Empezó a tomar desenfrenadamente. Besó a Plácida García con rabia y pasión. Y después de haber tenido sexo de todas las formas, la víctima quedó completamente inerte, desmayada por el alcohol y alguna droga. Sus ronquidos le aseguraron a Asdrúbal que estaba bien dormida.

A pesar de quererla a su manera, un poco primaria y salvaje, Asdrúbal contó que se llenó de ira al recordar todas las injusticias que su amante furtiva había cometido y los secretos que él le había confesado en ese mismo cuarto meses atrás. Siguió bebiendo aguardiente y, sin pensarlo mucho, hundió la tijera cerrada en el pecho de la mujer. Una vez muerta la destazó y dispuso las partes del cuerpo en diferentes bolsas. Por último le cortó las manos que tantas cartas de despido habían firmado y fue a enterrarlas entre las flores del jardín de la plazoleta. Era como si hubiera querido que alguien las encontrara pronto…



Ernesto Rey Gómez

Imágen de portada: Egon Schiele (1890 – 1918), “La mano verde” (1910).
Imágenes de ilustración: Obras de Egon Schiele (1890 – 1918)

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19 comentarios en «Se busca un cadáver»

  1. Rey ha creado un relato macabro digno de un guión a lo Cabrujas. Localista a rabiar, lleno de detalles para identificar los personajes, fantásticos y cotidianos a la vez. Perfecta comunión de la descripción de las situaciones con las ilustraciones del artista plástico.

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    • Que maravilla esta apreciación mi querido Luis, es un trabajo muy bonito y las ilustraciones una delicia…. agradecido que te hayas tomado el tiempo de leer, y te invito a seguir disfrutando de todos estos relatos, hay de todo!!! graciassss

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  2. Excelente trabajo. Me encantó la historia creada, la narrativa y los tiempos que se usan en ella, la descripción de los personajes y la jococidad que se cuela en el cuento sin que se pierda, en ningún momento, la intriga o el suspenso que aparece desde el inicio. En mi opinion, el uso de los tiempos en el relato, te atrapan hasta el final, donde el lector es que se entera de todo. Me fascinan este tipo de “thrillers”. Todo esta perfectamente combinado con las hermosas de las obras del artista. En definitiva, una composición fenomenal. Deseoso de leerte más. ¡Enhorabuena!

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  3. Historia de miedo y suspenso que te llevan hasta el final con ganas de saber más de la historia tan bien contada y relatada… encuentras, miedo jocosidad y suspenso en un mismo relato… excelente trabajo Rey y que felíz me hace conocer esta parte de ti.. Que continúen las historias y los éxitos!!! ABRAZOS APRETADOS

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    • Que reconfortante leer estos comentarios de personas tan allegadas, esta inciativa de Denise Armitano te renconcilia con la creatividad en estos tiempos tan borrascosos!!!!

      abrazotes

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  4. Me encanta…. Empecé a leer sin saber de qué se trataba y me enganché hasta el final…. Excelente….. ¡Te felicito!
    ¡Espero los próximos!

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  5. Un baile senil al ritmo dominicano y la ternura de Amandita te hacen olvidar el título de la obra incluso al mencionar al monstruo que resultó ser alguien distinto al dueño de las manos. Entretenido.

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  6. Gracias por regalarnos esa historia. ¡Muchos éxitos! Cuentas con la capacidad de ser un escritor y de manifestar en tu obra una historia, que al ser leída te sumergen en un mundo mágico. ¡Felicidades hermano! Maravillosas las ilustraciones ….

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  7. Cómo no disfrutar de este relato cuando desde el primer momento te das cuenta de la creatividad y el ingenio muy propio de quien la escribe al regalarnos una historia bien ocurrente y con situaciones inesperadas.
    Felicito a Ernesto y espero que este sea el comienzo de muchas historias por contar.

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  8. Excelente relatoo, muy emocionante y con tanto suspenso que solo queríamos leer más. Felicidades Ernesto. Mucha ficcion, una Historia muy bien planificada, tanto que pareciera real con la afirmación de cada elemento puesto en escena. Hasta mi madre se emocionó. Dramatismo puro con un poco de Humor Verde. Que Dios te Bendiga y te de Sabiduría dice Teresita.

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  9. Bravo Ernesto!. Lo disfruté mucho… excelente uso de los recursos literarios en esta novela de suspenso policial y humor latinoamericano… para cuándo otra?

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