Decálogo para comprender las Navidades venezolanas

La occidentalización del mundo tiene en las Navidades su mejor ejemplo, por ser la fiesta de mayor aceptación debido a su belleza y profunda humanidad. En los países de tradición cristiana es el tiempo de mayor alegría, y acá en Iberoamérica siempre hemos anhelado prepararla lo mejor posible. Y creo no exagerar si digo que en Venezuela han sido las celebraciones más importantes y esperadas del año. En un intento de comprenderlas me dediqué a consultar a jóvenes y ancianos, especialmente de la ciudad de Caracas, en torno a los sentimientos y valores que despiertan. Les dejo diez ideas para definir nuestras Navidades, con el anhelo de poder identificar lo que las hace tan especiales para cada uno de los oriundos de esta tierra.

 

I

Venezuela nace cuando tres pueblos con sus respectivas culturas se mezclaron desde hace 500 años bajo la égida de uno de ellos: el español con su religión cristiano-católica. Por esto hablamos en lengua castellana, y nuestra forma de vivir está impregnada de los valores enseñados por los misioneros de la Iglesia Católica. En este sentido la Navidad venezolana desde su origen es una fiesta de fe.

 

II

El mejor ejemplo de lo anterior es cómo desde el primer siglo de la llegada de los españoles (siglo XVI), el Papa Sixto V le otorgó la gracia a los pueblos hispanos de América para que cantaran las misas de aguinaldo en la madrugada, durante nueve días consecutivos antes de la Navidad (Ángel Rosenblat, “Nuestro aguinaldos”, El Nacional, 24-XII-1959). Es de esa forma que nuestra tradición se forjó con la alegría de la música siempre ligada a las misas de Adviento, aunque poco a poco en el siglo XX fueron puestos en un segundo lugar por el predominio indiscutible de la gaita zuliana.

 

III

La alegría es el valor-sentimiento dominante, pero no solo se expresa por la música sino por todo adorno que sea posible usar en cualquier sitio. Las casas, calles, comercios, lugares de trabajo y estudio cambian: todo es luces, arbolitos y los colores rojo y verde. Pero el Pesebre sigue dominando, en especial en las casas, lo cual hace que su sentido original y cristiano nunca se olvide.

 

IV

La gastronomía navideña venezolana es maravillosa ¡y en ella tiene el sitial de honor la hallaca! Hemos sabido combinar diversos platos y sabores de otras culturas. Lástima que la crisis que hoy padecemos la convierta en un verdadero lujo. No creo que exista un plato venezolano más importante que la hallaca, y que mejor describa nuestra condición mestiza.

 

V

Como Venezuela no es Caracas (ni las otras grandes ciudades) ‒aunque allí vivan la mayor parte de los venezolanos‒ siguen existiendo cientos de pueblos que guardan las tradiciones navideñas más ancestrales como la paradura del niño, entro otros. Dichas tradiciones nos muestran la Navidad como un momento donde se comparte más allá de la familia, y se logra la unidad de todo un pueblo.

 

VI

Dar regalos a los niños, los familiares, amigos y compañeros de trabajo; pero también vecinos; era lo normal en esta temporada. Siempre hemos relacionado Navidad con generosidad, aunque ahora solo podamos regalar a los niños.

 

VII

Así como esperamos el nacimiento del Niño Dios que es todo lo bueno, siempre tenemos la esperanza que lo malo se superará y el año que viene todo sea mejor. La gente dice: “las próximas Navidades nos comeremos las hallacas celebrando el logro de una meta soñada”.

 

VIII

He observado aunque no medido, que las personas tienden a pedir sus vacaciones en diciembre más que en agosto porque es en estas fechas que pueden compartir con la familia. La Navidad es la fiesta de la familia, del compartir.

 

IX

Un silencio que no logro percibir en todo el año se da especialmente del 25 al 30 y del primero de enero hasta el seis. Es un tiempo por ello de descanso, relajación y mucha paz.

 

X

En conclusión se puede decir que las Navidades son las fiestas más importantes de los venezolanos. No hay competencia para lo que significan en nuestras vidas, aunque hoy la mayoría extrañe la prosperidad pasada.

Ante la realidad de la crisis creemos que se puede vivir una alegría más sencilla y humilde, una generosidad más auténtica entregando lo poco que tenemos en lo material pero lo más importante en lo humano: el cariño, la compañía, el don de nuestras vidas y tiempo. La esperanza que aprendiendo todo cambiará y tendremos la paz de la certeza que las próximas Navidades las hallacas nos las comeremos en Libertad.



Carlos Balladares Castillo

Fotografía de portada: Jenny Meléndez Zabala
Imágenes: Estampillas venezolanas de Navidad, 1970 y 1971.

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