¿Odias la Navidad?

Para la Beba

Según el psicoanalista Steve McKeown las decoraciones navideñas nos hacen recordar la infancia y nos conectan con sensaciones de felicidad. A mí me pasa, cada vez que veo un árbol, la oveja de un nacimiento o un lazo rojo con escarcha dorada recuerdo el ambiente decembrino de mi casa y a mi mamá.

Me gustan las decoraciones navideñas, aunque no me engaño, en su mayoría son un tanto antiestéticas. Hay personas que decoran sin ningún criterio. Muy lejos están algunas casas de parecerse a esas de las películas viejas de Hollywood perfectamente ataviadas para recibir al espíritu de Navidad con adornos en rojo, verde y dorado, dónde todo combina y hace juego incluso con la ropa de los miembros de la familia.

Las decoraciones navideñas pueden ser un desastre. Sin embargo, quizás en eso radica su belleza, en la mezcla de estilos y en el sello muy personal que cada persona le imprime a sus espacios. “Por la maleta se saca el pasajero”, dice un refrán popular con toda razón: tu casa habla mucho de quién eres o al menos de quién aspiras ser.

Mi mamá, por ejemplo, no era una especialista a la hora de decorar en diciembre. Utilizaba los adornos que mejor le parecían: un muñeco de nieve, un lazo rojo o verde, papel de colores, luces, botas de fieltro y letras como de piñata infantil eran parte de los objetos que regaba por toda la casa. En la cocina, las cortinas, la tostadora y hasta la licuadora las vestía con algún disfraz navideño. Incluso las botellas de ponche crema y whisky llevaban un traje de gala con lacito de fiesta incluido. Era especialista en sobrecargar bellamente los espacios. Disfrutaba decorar en Navidad como ninguna otra persona que conozca. Paradójicamente siendo su hija no quedó en mí ni el más mínimo destello de su temperamento decembrino. En mi casa no hay guirnaldas, ni árbol, ni adornos, tampoco nacimiento.

No sé si tiene que ver con que no tengo hijos y no siento el impulso de recrear la fantasía de esta época para alguien más o simplemente me aburre darle mi tiempo a una celebración que se me antoja espuria. Lo cierto es que no me nace decorar, lo cual no significa que no disfrute las decoraciones que realizan otras personas. Por el contrario, me encanta descubrir los arreglos que hacen otros. Celebro el escándalo, el desorden y la belleza de la estética navideña en las casas ajenas.

La verdad es que no decoro porque no celebro la Navidad. Mi relación con ella es puramente nostálgica, es una evocación de mi niñez. Nada más. No celebro, pero tampoco desprecio las fiestas. Mucho menos las odio, sin embargo tengo claro que no todos piensan igual. Hay personas a quienes, más allá de no celebrar, diciembre los pone de mal humor, para ellos representa una temporada en el infierno. Es más, les gustaría poder saltar de noviembre a enero sin escalas. Borrar ese mes del calendario.

No es un secreto que la Navidad despierta un odio visceral en muchas personas. El Grinch, el popular personaje de Dr. Seuss tiene muchos émulos. Al igual que Ebenezer Scrooge, el viejo ogro creado por Dickens está vivo y vuelve cada año encarnado en personas a las que las celebraciones decembrinas les parecen, como a él, “pamplinas”.

Algunas personas se espantan ante la llegada del mes “más bonito del año” porque padecen (sobre todo emocionalmente) cada evento que rodea esta tradición. Me atrevería a decir que la mayoría de la gente ha tenido navidades felices en la infancia, aún sin dinero. En ese momento de la vida todo es novedad, los niños se alegran con cualquier cosa, el problema con la Navidad viene después, en la edad adulta.

¿Por qué diciembre tiene tantos detractores como devotos?

El psicólogo Bernardo Stamateas afirma al respecto: “La felicidad de las fiestas suele tener mucho marketing. Hay una exacerbación en el hecho de que las celebraciones de fin de año deben ser una explosión de alegría y felicidad. Esto conduce a mucha gente a sentirse presionada y, paradójicamente, a entristecerse durante este tiempo”, escribió en su columna de La Nación en el año 2017.

Concuerdo con Stamateas, el “odio” por la Navidad quizás esté disfrazado de tristeza. De una nostalgia mal manejada. Quizás en respuesta a esa tristeza muchos prefieren odiar lo que se les presenta como un impedimento para su tranquilidad mental. En el afán de no sentir la presión social lo más fácil es el rechazo. Como esa gente que elige odiar al amor de su vida cuando ha dejado de serlo. Despreciar puede ser un alivio que evite la insatisfacción.

Las reuniones familiares que representan un plan agradable para algunos pueden ser otro motivo para detestar las fiestas. Tal vez algún miembro de la familia falleció y su ausencia impide disfrutar del momento.

La escasez de dinero, los problemas personales o el simple hastío ante una celebración impuesta podrían ser otras razones para odiar diciembre.

Hice una breve encuesta entre los odiadores de la Navidad que conozco y las razones podrían resumirse en las siguientes:

1. La “falsa alegría. Estar felices por obligación.
2. Los excesos. Diciembre es tiempo de comer, beber y dormir en exceso.
3. La presión social y la imposición de la celebración. Tener que celebrar cuando no tienes ganas de hacerlo.
4. El consumismo. Los gastos son otro exceso navideño molesto.
5. La soledad. La muerte de un familiar o cualquier tipo de ausencia o separación.

Respeto a “los odiadores” de diciembre tanto como a quienes celebran este mes. Sin embargo, creo que los primeros olvidan algo muy importante: somos libres, tenemos la potestad de elegir como vivir. No hay necesidad de odiar la Navidad, si no te gusta con ignorarla tienes. Particularmente la observo como ver llover.
A fin de cuentas es una decisión individual celebrar u obviar las fiestas decembrinas. ¿Y tú? ¿Qué harás este año?



Luisa Ugueto Liendo

Fotografía de portada: Grynch
Fotografías: Luis A. Lanza (Plato navideño)
Imágenes de ilustración ubicadas en Internet

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4 comentarios en «¿Odias la Navidad?»

  1. Me parece muy interesante tu reportaje y me identifico con algunos aspectos allí señalados, he aprendido con el pasar del tiempo que sólo te molestan las cosas a las cuales les das demasiada importancia. Siento que diciembre es un mes más pero también reconozco que es el final de un ciclo es la culminación del recorrido solar por la tierra, agradezco infinitamente todos los días las oportunidades de tener un día más de vida, analizo el sentido de cada festividad en el año y si concluyo con que Navidad es una época para compartir con algunas personas a las que no ves con regularidad, reencontrarse con algunos familiares pero hasta eso es una decisión propia, sólo tu decides el color que le pondrás a tus días y cómo desees celebrar Navidad, porque Navidad puede ser cualquier época del año.

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  2. Acabo de pasar una de las navidades más extrañas, de hecho ayer recogí los coroticos: un arbolito de 50 y tantos centímetros de alto con todos los adornos en proporción a su tamaño, dos guirnaldas, también en miniatura y otros objetos de la parafernalia transcultural. Soy de los que les gusta la navidad, aunque ya no haya niños en casa, pero como soy sibarita, la comida y el alcohol se encargan de que se forme en mi mente el triste-dulce retorno a la infancia. Decía que habían sido extrañas estas navidades porque después de muchos años volví a una Europa que no es del todo Europa, al menos no a la católica con unas fiestas ortodoxas, otras músicas y otros sabores que permanecían aletargados en el archivo sensorial. Feliz Navidad, Carmen Luisa.

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