Caracas 454 ¿Tiene sentido(s)?

Disfrutaba yo de un letargo largo, como debe ser en todo descanso que se precie, cuando sonó el teléfono…

—Arquitecto, una pregunta: Si la ciudad la proyecta y la construye el ser humano, y el ser humano tiene sentidos –entendiendo éstos como la capacidad de percepción de su entorno físico y espiritual (olfato, gusto, vista, oído, tacto e intuición)– ¿Tendrá la ciudad, por esto, sentidos? Y, de ser así, ¿cuál sería el sentido más útil de una ciudad?

—¡El sentido común! —Se me ocurre contestar de golpe, haciendo un juego de palabras, ante una pregunta tan extraña.

Pero la duda planteada por nuestra estimada editora para enfocar el tema a desarrollar en este aniversario de Caracas es válida y ese será el enfoque que tomaré.


¿Caracas tiene sentido?

Una ciudad, que para el más desprevenido habitante es un conjunto de construcciones unidas por arterias viales y peatonales, ¿tiene aromas, colores, sonidos, texturas y sabores? Seguramente sí, en mayor o menor grado, y ya los poetas y escritores le han dedicado páginas enteras a describirlos. Pero lo que sí es indispensable para una ciudad es el “sentido” que menos se tiene… el sentido común. Y esto no sé si se ha estudiado tanto como para saber por qué lo tiene o no. Solo criticamos lo malo o exaltamos lo bueno.


Pero vamos desde el principio

El ser humano trata de proyectar su esencia en todo lo que le rodea. Tiene la costumbre de “dotar” de vida a objetos inanimados, llegando a tener un apego irracional por un libro, una pelota, un cuero o una ciudad, esperando que ellos le trasmitan visiones, recuerdos, olores, texturas, sabores o sonidos cuando la rutina o los años lo alejan de la raíz que lo ancla a tierra.

Como le ocurre en general al ser humano, que en principio tiene solo 5 sentidos, además del sexto sentido o intuición (aunque en esta época de “exceso de información”, también tenemos ‒aparentemente‒ “exceso de sentidos” hasta 32, dicen), el ser humano en general, decía en un juego de palabras, tiene “deficiencia” del “sentido” más valioso, el sentido común. Solo basta preguntarse el porqué de las guerras.

Entonces, si esto es cierto, la ciudad que se habita, por ende, carecerá de ese sentido, tanto como sus habitantes[1].

Que le ocurra a una persona, es normal y es relativamente fácil tomar las riendas y retomar el sentido correcto de las situaciones, pero que le pase a una ciudad, ya es otra cosa, con el agravante de que no hay un responsable directo y es un clamor de desentendimiento colectivo, como diría Fuenteovejuna, todos a una, o “yo no fui”. Y esto es, lo que entiendo, le ha pasado a Caracas.


Caracas quiso ser ciudad jardín

De las condiciones originales que coincidieron para hacer de este valle un lugar privilegiado y único[2] quedan la mayoría, todavía intactas, a pesar del denodado esfuerzo de los ciudadanos y gobernantes de turno en destruirlas.

En un principio, el equilibrio que logró la Madre Naturaleza en el valle, entre fauna, vegetación y hábitat en general no fue alterado por la llegada de los aborígenes hace más de 15.000 años. Estos hicieron su vida en comunidad en un desarrollo sostenible, quizás la civilización que con más inteligencia y sentido común que ha convivido con la naturaleza.

Con la llegada del hombre del Renacimiento y la fundación de Caracas 454 años ha, tampoco se alteró en gran medida el hábitat. Aunque se deforestó y se taló para la construcción de la ciudad, al mismo tiempo se reforestó para los cultivos del café y otras especies introducidas que prosperaron muy bien en este clima.

A finales del siglo XIX ya era imposible contener el crecimiento de la ciudad entre las quebradas de Catuche, Caroata y el río Guaire y gracias a la compañía de Tranvías de Caracas y la construcción del llamado Puente Hierro, se desarrolló la primera urbanización moderna llamada El Paraíso, bucólica y en un bosque natural de caobos y apamates.

En las primeras décadas del siglo XX con el boom económico, se comenzó a pensar, con buen sentido común, que hacía falta una planificación para el crecimiento de la ciudad, que se escapaba de las manos con el nacimiento de varias urbanizaciones sin un plan maestro de desarrollo y que llevaban como nombre toponimias del lugar haciendo énfasis en los grandes bosques, plantaciones arbóreas y saltos de agua que recorrían el norte de la ciudad.

Así nacieron y no por casualidad, Los Chorros (1914, Eugenio Mendoza Cobeña), Los Palos Grandes (1929), Campo Alegre (1930, Manuel Mujica Millán), La Florida (1929, Juan Bernardo Arismendi), construidas aisladamente por promotores privados, gente inteligente, avezada, moderna y arriesgada (con mucha intuición) que se lanzó a construir una ciudad casi desde la anarquía, pero en última instancia logrando integrarla en algo más o menos homogéneo, pero manteniendo ese carácter de ciudad jardín.

Y así se fue desarrollando Caracas con la intervención de profesionales e inversionistas privados nacionales como los ya nombrados, y extranjeros, como W.H. Phelps o Rockefeller, los cuales tuvieron mucha influencia en la ciudad como veremos más adelante.

En 1928 se proyectó, como el súmmum de la ciudad jardín anhelada[3],  el Caracas Country Club[4], con un carácter de campiña inglesa, más que tropical, pero que con su campo de golf (uno de los seis campos de golf con que se dotaría a la ciudad), salvó para la Caracas grandes zonas verdes de antiguas haciendas que de otra manera hubieran acabado en convertirse en urbanizaciones.


Caracas quiso ser ciudad moderna

Posteriormente siguieron tres décadas intensas de crecimiento del país y la ciudad, 1936 a 1966, con intelectuales, pensadores, gerentes y políticos que plantearon con muy buen sentido común un país ideal, desde el Plan de Febrero de Alberto Adriani con lúcidos planes de educación, saneamiento e integración como país hasta la ejecución física de una infraestructura que nos permitió entrar en el siglo XX a pasos exponenciales.

Vinieron asesores y urbanistas franceses, ingleses y norteamericanos que, atendiendo a los dictados urbanísticos en boga, comenzaron a trazar una ciudad basada en el automóvil, reforzando el eje del valle en dirección este oeste, en un Plan Vial para Caracas que vio la luz en 1948 y otro Plan Regulador en 1951 (¿no ha debido ser al revés?) donde participaron entre otros Rotival, quien ya había dividido en dos el centro de Caracas con su plan de 1936 y otro personaje que pocos saben, marcaría la ciudad de Caracas como la conocemos hoy, Robert Moses[5], el gran planificador de Nueva York, quien la definió urbanísticamente como se conoce hoy en día, y que tenía como uno de sus lemas:

“Estamos en un  mundo motorizado”

Todas las vías importantes de la Caracas que conocemos hoy en día vienen de ese plan vial: Av. Baralt, Av. México, Av. Andrés Bello, autopista Caracas-La Guaira, entre otras, y la Autopista del Este, que terminó de seccionar en dos la ciudad desde el centro hasta la urbanización La California.


Caracas perdió el rumbo

Hacia principios de los años 70, se fueron casi todos los asesores y quedamos solos en una vorágine de crecimiento, sobre todo durante el siguiente boom petrolero de mediados de los 70, y la consecuente crisis global. El mundo entero entendió que otra forma de desarrollo sin depender del petróleo era necesaria y otro tipo de ciudad era posible, pero nosotros no.

Despreciamos los restos del centro urbano de la época colonial, descuidamos la planificación y el crecimiento sostenido que debe mejorar servicios básicos como agua, electricidad, vialidad, transporte público y la ciudad, poco a poco, se convirtió en reflejo de la esencia del pensamiento de caraqueño promedio[6].

Aquí comenzamos a perder el sentido común como sociedad que nos alejó de la realidad y, lo peor, dependiendo cada vez más de una clase política dirigente (los políticos no vienen de Marte, vienen de ese caraqueño promedio) que iba a “planificar” el país en función de las elecciones de turno, de lo que les era rentable, a ellos, y a promover lo improvisado, lo informal, a “ solucionar” lo urgente, no lo importante, y a tenerle miedo a las palabras planificación, mantenimiento o planes a largo plazo.

Quizá ese caraqueño promedio no concreta porque actúa como piensa, y piensa como habla ‒a medias‒ reforzando aquella idea que dejó deslizar un caraqueño especial, Aquiles Nazoa, en su poema “¿Verdad que los caraqueños parece que hablan en sueños?”

…así hablamos casi todos
en la Caracas actual:
un montón de frases mochas,
algún que otro refrán

Salvo aisladas excepciones de iniciativas privadas y de algunos entes gubernamentales que seguían haciendo ciudad, como el Ing. Lander frente al Metro de Caracas, los distintos presidentes del Centro Simón Bolívar, y pocos más, verdaderos gerentes que trascendieron gobiernos y llevaron a cabo obras de escala heroica, si lo vemos a la distancia, Caracas empezó a no terminar lo que comenzaba y ya al final ni siquiera comenzar lo que necesitaba.


Caracas con sentido común

¿Y si retomamos la “capacidad para juzgar razonablemente las situaciones de la vida cotidiana y decidir con acierto[7], es decir, el sentido común, en un esfuerzo colectivo y hacemos lo que esté en nuestro alcance, cada uno a su escala? Por ejemplo:

  1. Recuperar las más de 10 quebradas importantes que bajan del Ávila y pasan por Caracas, utilizando sus aguas para riego y recreación antes de seguir dejando que se pierdan en el Guaire.
  2. Reforestar intensivamente todos los parques y áreas públicas comenzando con un plan de 4.000.000 de árboles anuales y tratamiento fitosanitario y poda a lo existente (Poda SÍ / NO Tala de árboles)
  3. Concluir el anillo de vialidad concéntrico para Caracas, terminando de construir: por el Norte la conexión Cota Mil-La Guaira y por el Sur la Autopista Sur para desviar el tráfico pesado y volumen de vehículos cuyo destino final no es Caracas y la atraviesa de Este a Oeste.
  4. Terminar de construir la planificación original del Metro de Caracas estimada para el 2010, en la que incluso una de las líneas tenía previsto llegar hasta El Hatillo (aunque Ud. no lo crea)
  5. Planificar a largo plazo con criterios de economía circular, sostenibilidad, movilidad y eficiencia energética. Una ciudad a escala peatonal.

Aplicando el sentido común, ¿qué otra idea se le ocurre a Ud. para Caracas? No hace falta ser urbanista para opinar, solo caraqueño.


Conclusiones

Una ciudad es reflejo de sus habitantes.

Después de 454 años de maltrato e imposición a este hermoso valle tropical (ya no tenemos la excusa de ser una ciudad joven e inexperta) merece que lo tratemos con respeto, humildad y mucho sentido común. Él nos permite disfrutar de los otros sentidos.

Llegó la hora de retomar el sentido común como sociedad, ponerse los pantalones largos como ciudad y planificar un desarrollo intensivo en los próximos 20 años que nos haga más amable la vida y dejemos de tener sólo como referencia, al recordar la ciudad, al clima y al Ávila.

La mejor manera de predecir el futuro es creándolo
Peter Drucker


Miguel Ángel Moreno Fernández

Notas:
[1] Hipótesis: Este párrafo me suena al planteamiento de una hipótesis y la voy a desarrollar como tal, a ver a dónde llego.
[2] Alexander Von Humboldt: “La elevación de Caracas sólo es el tercio de la de México, Quito y Santa Fe de Bogotá; pero entre todas las capitales de la América Española que tienen en medio de la zona tórrida un clima fresco y delicioso, es Caracas la más acercada a las costas. ¡Qué ventaja la de tener un puerto de mar a tres leguas de distancia, y de estar situada entre las montañas”.
[3] Ebenezer Howard presentó su idea de la ciudadjardín en 1898.
[4] Invitados por W.H. Phelps, Diseñada por la firma de arquitectura paisajista Olmsted Brothers, continuador de la obra de Frederick Law Olmsted, autor de Parque central de Nueva York y se contrató a Charles Henry Banks para diseñar los campos de golf. “Ourarchitects en Caracas” Docomomo-ve pág. 110.
[5] Llamado el Barón Haussmann de New York.
[6] Entender cuál es el caraqueño promedio hará que se entienda mejor este artículo. Porque los políticos no vienen de Marte, vienen de ese caraqueño promedio. (Leer al psiquiatra Herrera Luque “Los amos del Valle” y al psicólogo Axel Capriles “La picardía del venezolano o el triunfo de tío conejo” Editorial Taurus).
[7] Definición de la RAE del “sentido común”.

Imagen de portada: Logotipo para Caracas 454 por Addel Perdomo
Imágenes documentales y obras pictóricas: Vista desde las vegas del río Guaire, acuarela de Anton Goering (1892) y Calle Mohedano de Manuel Cabré (S/F).

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4 comentarios en «Caracas 454 ¿Tiene sentido(s)?»

  1. ” Es hora de ponerse los pantalones largos y planificar como ciudad”…
    Caracas, por si misma se niega a madurar…es una adolescente trasnochada y sus planificadores ? Cantinflas del peor remedo…Una pena inmensa que todo esté a medias: a medio construir, a medio pensar, a medio destruir.
    Estamos como la canción : “porque una golondrina no hace verano”…asimismo, no podemos pretender que mi Ciudad, Caracas, sólo viva en nuestro referente ciudadanoemocional, en ell Avila, en sus cielos groseramente azules y en las guacamayas omnipresentes…
    Sentido común y sentido cerebral nos falta a pastos !
    Gracias por este texto …tan sentido y con tanto sentido !

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  2. Excelente recuento del sin sentido en la planificación de la ciudad a partir de los 70,así como las recomendaciones finales para rescatar nuestra malquerida Caracas.Un guiño simpático la asociación de Aquiles Nazoa y la forma “mocha” de hablar de los caraqueños con la incapacidad para concluir las obras públicas.Muchas gracias!

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  3. Hola Norma, ciertamente, como decía Uslar Pietri, nuestro lenguaje es nuestro límitante para generar pensamiento y por ende, acción.
    Gracias por tu comentario.

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